El anuncio del acuerdo marco comercial entre la Argentina y los Estados Unidos generó un fuerte impacto político y económico, pero tanto en Buenos Aires como en Washington advierten que el verdadero contenido del entendimiento todavía está por definirse.
Según coinciden en remarcar fuentes de ambos gobiernos, lo relevante ahora es el detalle: la letra chica que determinará el alcance real de la negociación.
En el centro del proceso aparece la Casa Blanca, que es la encargada de marcar los tiempos. La administración de Donald Trump avanza en paralelo con múltiples conversaciones comerciales y, en algunos casos, con socios cuya envergadura supera ampliamente la balanza comercial que representa a la Argentina. Ese contexto condiciona los ritmos y el orden de prioridades.
Dentro de ese mapa, algunos sectores impulsan una mayor apertura como posible ventana para las exportaciones argentinas. El razonamiento que se escucha en Washington es que ciertos productos locales podrían reemplazar importaciones que, en los últimos meses, quedaron golpeadas por los aranceles adicionales aplicados por la administración Trump. Entre los ejemplos mencionados aparecen el agro brasileño y las carnes, cuyos precios vienen subiendo en el mercado norteamericano.
El funcionamiento de este nuevo entendimiento se evalúa también a la luz de experiencias recientes. Meses atrás, Trump anunció acuerdos con Corea del Sur, Japón, Malasia y Australia. En todos esos casos, la Casa Blanca buscó mecanismos para sortear el riesgo de una aprobación o un rechazo del Congreso estadounidense. En otras palabras, promovió modelos de negociación que no exijan el paso por una votación legislativa. Ese precedente alimenta especulaciones sobre la arquitectura final del documento con la Argentina.
Mientras tanto, en Washington conviven entusiasmo y cautela. Algunos sectores de poder piden observar con detenimiento el tamaño de la reforma estructural que eventualmente podría aplicarse en la Argentina cuando se conozca el texto completo. Señalan que las implicancias del acuerdo dependerán de la profundidad de los cambios comprometidos y del margen que tengan ambos gobiernos para implementarlos sin obstáculos políticos.
Del lado argentino, los actores que siguen de cerca la negociación desde hace meses destacan que el acuerdo representa una oportunidad concreta para insertar exportaciones en el mercado estadounidense. A la vez, remarcan que podría abrir la puerta a nuevas inversiones. Se apoyan en un lema clásico del comercio exterior: hacia donde van las exportaciones también van las inversiones.
La expectativa, entonces, se concentra en los próximos pasos. Con el anuncio ya realizado y el impacto inicial todavía fresco, queda pendiente conocer el contenido preciso del acuerdo. Esa definición permitirá medir el volumen real de oportunidades para los productos argentinos, el grado de apertura que aceptará Washington y la escala de los compromisos que deberán asumir ambos países.