

Por: Lic. Laura Caballaro, especial para LVN
Karl Marx decía: “La historia ocurre primero como tragedia y después como farsa.” En Argentina, la crisis económica y social parece un ciclo sin fin, donde las mismas recetas generan las mismas consecuencias. Hoy, la aplicación de un modelo ultraliberal con ajustes drásticos impacta directamente en la salud mental de la población, generando ansiedad, depresión y desesperanza.
Lo más curioso es que nadie cree en la farsa, o al menos eso dicen. Algunos la ven y la denuncian, otros la aceptan con resignación. Pero, en el fondo, todos sabemos cómo funciona el juego: somos muñecos en un sistema que nos maneja, donde nuestra angustia y esfuerzo importan poco. No somos tontos, entendemos lo que pasa, pero ante eso no pasa nada. Porque ¿qué se puede hacer? La gente soporta, se hace la que no ve, porque en el fondo sabe que, suba quien suba al poder, el país no va a cambiar.
Desde la psicología, se observan efectos preocupantes:
1. Ansiedad e incertidumbre: La inflación y la inestabilidad laboral sumergen a muchas personas en un estado de alerta permanente, afectando su descanso y su calidad de vida.
2. Desmoralización y desesperanza: La percepción de que el esfuerzo no rinde frutos genera cuadros depresivos y una falta de motivación para proyectar el futuro.
3. Polarización y agresividad: La lucha de clases que describía Marx se refleja en la división social actual, intensificando conflictos interpersonales y aumentando el estrés cotidiano.
4. Despersonalización y alienación: Muchos trabajadores sienten que su vida se reduce a la supervivencia, sin espacio para el bienestar o el desarrollo personal.
Lo paradójico es que, cuando más se necesita el apoyo de un psicólogo, la crisis obliga a recortar gastos y la salud mental queda relegada. En este escenario, el desafío es encontrar herramientas accesibles para sostener el bienestar en tiempos difíciles. Porque la farsa seguirá, pero al menos no tiene que arrastrarnos con ella.